La familia Roters, originalmente de Alemania, viviendo en Menorca desde hace muchos años, ha dado a la Ermita de Sant Esteve, Alcaufar, Menorca, una cruz, para dar gracias para las vidas de los padres de Hans y Matis.
The Roters family, originally from Germany, but living in Menorca for many years, has donated a cross to the Ermita de Sant Esteve, Alcaufar, Menorca, in memory of the parents of Hans and Matis.
Después de llegar en Menorca, hace 6 años, alguien, un británico, me dijo que hay muchas paredes secas en Menorca – porque los británicos enseñaron a los Menorquines construirlas. Después de unos meses, miré los pueblos ‘Talaiotic’ y me parecí que los Menorquines supieron la construcción de las paredes secas muchas siglos antes de haber llegado los británicos!
Sin embargo, es la verdad que los británicos – en realidad, creo, los ingleses – son expertos de la construcción de paredes y barreras y fronteras. Mira el ejemplo de la vergüenza de ‘Brexit.’ Pero toda la humanidad suele construir barreras y fronteras. ¿Por qué? Porque un característico de los humanos es el temor de lo que es diferente. Y queremos protegirnos de lo que nos da temor.
Si leemos los evangelios del Nuevo Testamento encontraremos el deseo de Jesús de eliminar las barreras entre sus discípulos.
Supo que los lazos de las familiares iban estar estirados y rotos y que se tuviere que reemplazar los familiares de sangre por un diferente tipo de familiar – por así Jesús empezó a hacer una comunidad de fe – su cuerpo.
En esta comunidad, en vez de parientes consanguíneos, podemos encontrar una familia que comparte el sangré de Jesucristo. Por así estamos unificados en el cuerpo de Jesucristo por su sangre.
Y la cruz es el símbolo del sangré de Jesucristo, su sangre derramado por nosotros.
Durante la semana pasada he bautizado un niño británico en el mar a Arenal d’en Castell.
Hice la señal de la Cruz en su cabeza, como todos los bautismos Anglicanos, Católicos, todos los Cristianos.
Porque para los Anglicanos, como por los Católicos, y todos los Cristianos, la señal de la cruz nos recuerda que pertenecemos a Cristo. El niño es un miembro del cuerpo de Cristo. Sin barreras.
Del mismo modo, suelo ungir a los enfermos y los moribundos con la marca de la Cruz.
Durante la celebración de la fiesta de Santa Margarita en Es Castell, dije que la obra de Cristo incluyó hacer la unidad del cuerpo de los fieles, a pesar de sus diferencias. Hace tres años, la político británica, Jo Cox, que se mató, dijo: “Tenemos mucho más en común unos con otros que las cosas que nos dividen.”
Lo que es triste es que poco después, ella estuvo asesinada.
Sin embargo, en sus palabras hay la verdad y un eco del ministerio de Jesucristo.
Y se puede mirar en su muerte la muerte de todos los que tratan de decir la verdad, incluyendo el mismo Jesucristo.
Pero queda la Cruz.
La Cruz es un símbolo de la muerte, pero, por supuesto, más que la muerte. Un símbolo de sufrimiento y muerte se ha convertido en un símbolo de esperanza y vida nueva. Todos nosotros compartimos este símbolo. Es un símbolo para recordarnos, todos los miembros del cuerpo de Cristo, que compartimos la responsabilidad de ser las manos, los pies, la corazón y la mente del cuerpo de Cristo para el mundo.
Una de las grandes funciones de la religión es unir a las comunidades en actos de recuerdo solemne y alegre. La Cruz nos conecta a todos con nuestra identidad más profunda en Cristo.
La Cruz puede romper las paredes, las barreras, las fronteras construidas por los temores de la humanidad.
La Cruz nos une. Todos nosotros.
When I arrived in Menorca, 6 years ago, someone British told me that there are many dry stone walls in Menorca, “because the British taught the Menorquins to build them.” After just a few months, having looked at the Talaiotic, prehistoric settlements in Menorca, I came to the conclusion that the Menorquins had mastered the building of dry stone walls many centuries before the British arrived!
However, it is true that the British (probably the English, in reality) have tended to be experts in constructing walls, frontiers and barriers. The shameful example of Brexit stands as evidence of this. Nevertheless, it seems to be that all humanity is accustomed to build barriers and frontiers. Why? Because a basic characteristic of human nature is fear of what is different. And we endeavour to protect ourselves from what we fear.
If we read the gospels of the New Testament, we will find Jesus’ desire to remove the barriers between his disciples. he knew that the bonds of families would be stretched and broken and that he would have to replace communities based upon blood relationships with a different kind of relationship. And so Jesus began to create a community of faith – his body.
In this community, instead of blood relationships, we can find a community – a family – that shares the blood of Christ. In this way, we are united in the body of Christ through his blood. And the cross is the symbol of the blood of Christ, his blood shed for us.
During the past week, I baptised a British boy in the sea at Arenal d’en Castell. I made the symbol of the cross on his head, as in all baptisms, whether Anglican, Catholic, or any other Christians.
Because for Anglicans, as for Catholics and all Christians, the sign of the cross reminds us that we belong to Christ. The boy baptised is a member of the body of Christ. Without borders.
In the same way, I am accustomed to anoint the sick and dying with the mark of the Cross.
During the celebration of the fiesta of Santa Margarita in Es Castell, during July, I said that the work of Christ included uniting the body of his followers, regardless of differences. I quoted the British politician, Jo Cox, who said, “We have far more in common with each other than things that divide us.”
What is sad is that shortly afterwards, she was murdered. However, in her words lies truth – and an echo of the ministry of Jesus.
And we can see in her death the death of all those who try to tell the truth to power, including Jesus himself.
But the Cross remains.
The Cross is a symbol of death, and yet of course, more than death. A symbol of suffering and death has become a sign of hope and new life. We all share this symbol. It reminds us that we are all members of the body of Christ: his hands, his feet, his heart and his mind for the world around us.
One of the major roles of religion is to unite communities in acts of remembrance and joy. The Cross connects us with our deepest identity in Christ.
The Cross can break down walls, frontiers and barriers constructed by human fear.
The Cross unites us. All of us.
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